El domingo 2 de septiembre la Iglesia en Argentina celebra el Día del Migrante y del Refugiado. En su Mensaje para esta Jornada, el Papa Francisco nos dice: “Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia: “…era extranjero y ustedes me recibieron en su casa”.( Mt 25,35.43). Y nos invita a dar una respuesta común articulada en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.
«Acoger» recuerda la exigencia de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos humanos fundamentales. La Escritura nos recuerda: «No olviden la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles».
«Proteger» nos recuerda el deber de reconocer y de garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. En particular, pienso en las mujeres y en los niños expuestos a situaciones de riesgo y de abusos que llegan a convertirles en esclavos. Dios no hace discriminación: «El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda».
«Promover» tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refugiados. Entre los muchos instrumentos que pueden ayudar a esta tarea, deseo subrayar la importancia que tiene el garantizar a los niños y a los jóvenes el acceso a todos los niveles de educación. Animo también a esforzarse en la promoción de la inserción socio-laboral de los emigrantes y refugiados, garantizando a todos la posibilidad de trabajar, cursos formativos lingüísticos y de ciudadanía activa. La Biblia nos enseña que Dios «ama al emigrante, dándole pan y vestido»; por eso nos exhorta: «Amarán al emigrante, porque emigrantes fueron en Egipto».
Por último, «integrar» significa trabajar para que los refugiados y los migrantes participen plenamente en la vida de la sociedad que les acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales. Como escribe san Pablo: «Así pues, ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios».
Expresamos nuestra cercanía y adhesión a todos y cada uno de los Migrantes y Refugiados que han venido en busca de un futuro mejor, comprometiéndonos para que puedan encontrar corazones solidarios e integradores, sin egoísmos ni indiferencias, que los reciban como hermanos en el Pueblo de Dios que peregrina en Argentina.
Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes
Conferencia Episcopal Argentina
2 de septiembre de 2018
Foto: Venezuela - Colombia border. Créditos: George Castellanos